sábado, 21 de marzo de 2015

Día mundial de la poesía

Yo no soy poeta. Quisiera serlo. Quisiera tener la intensidad y sensibilidad suficientes para que mi lengua pueda jugar con las palabras y escribir versos que se queden suspendidos en el universo de Vallejo y de Huidobro, pero yo no soy poeta, y la poesía y yo nos enfrascamos en constantes peleas, y por eso no quiero a la poesía, porque sé de hecho que siempre me va a ganar.  Así que en lugar de escribir letras, dibujo números, y los números no hacen poesía, y hoy, es el día de la poesía, así que le robo estas líneas a César Calvo para ustedes. Espero que las disfruten.

Se escribe un poema para sentirse el centro del mundo.
Se escribe un poema para hacer más fraternos a los hombres,
o sea para intentarlo,
o sea para que la poesía sirva para alguna cosa.
Se escribe un poema para no sentirnos el centro del mundo.
Se escribe un poema para ahuyentar a una muchacha.
Se escribe un poema para sacarle un par de libras a un amigo.
Se escribe un poema para ayudar a la Revolución.
Se escribe un poema para que los maridos nos odien mucho más.
Se escribe un poema para que el poema nos acompañe,
para no estar tan inexplicablemente solos.
Se escribe un poema para duplicar el orgasmo
o al menos para ponerle un espejo delante.
Se escribe un poema para no tener tiempo de hacer otras cosas,
como por ejemplo para no tener tiempo de sufrir.
Se escribe un poema para que nuestra tía más querida
pueda decir a todos que tiene un sobrino que escribe un poema.
Se escribe un poema para rascarse la barriga en la playa,
para emborracharse en Surquillo sin que a uno lo asalten los señores chaveteros,
para darse un descanso entre polvo y polvo,
para hablar de ello en el Instituto Italiano de Cultura, para que a uno le consientan todo
para que a uno no le consientan ni un comino.
Se escribe un poema para que los psiquiatras no nos cobren,
y para que aquella rubia se sienta inmortalmente poseída
y para que los hermanos como Ángel Avendaño no sientan tanto frío en las prisiones,
y para que el general Velasco lea estas líneas
y sepa que Avendaño sigue preso
por orden de una culebra disfrazada.
Y se escribe un poema para viajar a los congresos de escritores
con todos los gastos pagados,
y para ponerle el cascabel al gato,
y para poder comer con la mano en los salones si nos viene en gana,
y para morirse de hambre
y también para no morirse de hambre,
y para quedar como un perfecto cojudo en todas partes,
y para usar calzoncillos de colores sin que se nos acuse de maricas,
y para que ciertos cadetes nos dejen a solas con sus novias
creyendo que lo somos.
También se escribe un poema para no afeitarse nunca,
para ir al baño sin remordimientos,
para ir al comedor sin remordimientos
para ir al dormitorio sin remordimientos,
y se escribe un poema para sentirse culpable de todo
y con esos materiales llegar a escribir algún poema.
Y también se escribe un poema para reírse a gritos.
Y para vivir también se escribe un poema.
Y para tener un pretexto para no vivir,
etcétera.
Y a propósito de etcétera:
Se escribe un poema para no escribir cosas peores, como cartas de amor,
cartas financieras, facturas por pagar, tratados de filosofía miraflorina.
Y se escribe un poema por incapacidad,
cuando se ha fracasado como wing derecho en la selección del colegio,
cual es mi triste caso.
Y se escribe un poema para intensificar la vida,
como dice Stefano Varese.
Y se escribe un poema finalmente, se escribe un poema
para que en algún lugar del mundo, mañana o
dentro de veinte años,
la pareja que está por suicidarse alcance a leerlo, y desista, desista por
lo menos unos días, y comprenda que la vida es siempre hermosa
a pesar de la vida... y a pesar del poema.
(César Calvo Soriano 1940-2000)

miércoles, 11 de marzo de 2015

Il Piccolo Principe

Me arriesgo a lanzar una generalización temeraria, pero me parece que todos hemos leído "El Principito" alguna vez en la vida, y esa vez, probablemente fue cuando éramos pequeños.  Yo leí esta historia cuando estaba en la escuela, en una edición de pasta dura del Círculo de Lectores que aún conservo en mi biblioteca, la misma que volví a abrir hace unos dos años cuando decidí reencontrarme con el pequeño príncipe.

Yo casi siempre lloro con los libros que me gustan, y ojo, no solo cuando son trágicos, lloro como Monterroso, cuando una línea está magistralmente escrita, me rindo ante el escritor y entro en el misterioso país de las lágrimas del que habla el narrador de "El Principito", pero hace dos años recuerdo haber llorado, y espero con esta confesión no arruinarles el libro, en el capítulo de la serpiente.  El resto juro que me mantuve incólume.

Hace un par de años también leí en algún lugar la palabra "twitteratura", y buscando el significado di con un grupo de italianos apasionados por la literatura que se reunían en una cuenta de twitter que se llama @twletteratura.  Los contacté para mi festival de Ciudad Mínima y he seguido su extraordinario trabajo por promover la lectura dentro y fuera de redes sociales, y así es como hoy, gracias a Edo, Paolo, Iuri y Pierluigi, los invito a releer "El Principito" desde su experiencia de adulto, pero con los ojos con los que veían "cuando eran niños".

Por tratarse de una lectura colectiva internacional que está subiendo todos los días comentarios por capítulo en tres idiomas, el HT unificado es #PetitPrince.  A lado del HT deben colocar el capítulo al que hacen referencia, y les pongo un ejemplo:

Los invito entonces a leer y comentar un capítulo por día, como si de un mini club de lectura se tratase, con la ventaja de poder ir despacio con la lectura y detenernos a admirar la filosofía plasmada por Saint-Exupéry en este libro que no tiene etiqueta de edad para ser leído, si son atrevidos pueden darle un vistazo a lo que opinan los niños de las escuelas primarias italianas participantes, y déjense sorprender por líneas dignas de pequeños príncipes, que los dejarán pensando.  

Si leen esta entrada hoy, 12 de marzo, vamos por el capítulo 11. ¿Se nos unen?

Aquí les dejo un enlace para seguir la lectura