domingo, 21 de junio de 2015

Cómo vamos con el #RetoLibro2015

Estamos a punto de terminar el sexto mes del año, así que retomo el #RetoLibro2015 por si lo han abandonado, y porque soy una lectora desordenada y no sé cómo voy con mi reto, a ver cómo me he portado, creo que no tan mal.



Un libro clásico: Leí Macbeth y Hamlet de Shakespeare, y Benito Cereno y Bartleby, el escribiente de Melville. No sé cuál recomendarles. Me gustaron todos.
Un libro de más de 500 páginas: estoy leyendo dos, por lo pronto Mantra de Rodrigo Fresán es una joya. Con David Foster Wallace estoy teniendo problemas de concentración.
Un libro de un escritor ecuatoriano: Precipicio portátil para damas de Adolfo Macías Huerta (espero su siguiente novela con ansías), y Novela de Dios de Ernesto Carrión. Carrión va a entrar en el canon de la poesía, donde firmo.
Un libro de un escritor menor de 30 años: tengo a medias París D.F. de Roberto Wong porque me robaron el celular en donde tenía todas mis anotaciones sobre este libro que superpone dos mapas en una ciudad de ficción.  Tengo que respirar para olvidar lo que perdí y continuar con la lectura.
Un libro escrito por una mujer: Guadalupe Nettel me gusta mucho como cuentista, la volveré a leer, y Patricia Esteban Erlés que se las recomiendo a ojo cerrado.
Un libro cuyo título sea un nombre propio: Catherine de Patrick Modiano. Es una novelita para niños que tiene una protagonista que tiene mucha facilidad para la evasión.
Un libro de no ficción: Esto me faltaaaaaaaa.
El primer libro de un escritor consagrado: Esto también :O
Un libro de un autor que no hayas leído nunca: De repente tocan a la puerta de Etgar Keret me fascinó.

Un libro ganador de un premio literario: Ávidas pretensiones de Fernando Arámburu, complejo por la intertextualidad, pero realmente muy divertido porque retrata a un grupo de personas que bien podrían no ser españoles sino de cualquier país.
Un libro que debiste leer en la escuela y no lo hiciste: tengo borrada la memoria escolar, así que leeré un clásico ecuatoriano para expiar este ítem.
Un libro que puedas leer en un fin de semana: La vida interior de las plantas de interior de Patricio Pron, de estructura experimental pero es tan bueno que te lo acabas en un toque.
Un libro de poesía: INRI de Raúl Zurita. Maestro.
Un libro que se desarrolle en un lugar que siempre hayas querido visitar: en este casillero tendría que leer algo que tenga que ver con Estambul o Londres, ergo a Pamuk o un clásico, Dickens podría ser.
Un libro de un triángulo amoroso: no me gustan los triángulos amorosos.
Un libro de ciencia ficción: le pediré recomendación a Denise Nader.
Una novela gráfica: …sí tengo pero no la he empezado.
Un libro escrito por un autor de oriente: me sigue esperando Mo Yan y El club de la buena estrella de Amy Tan
Un libro que tengas y que no hayas leído: tengo un par de libros de Mario Levrero que tengo que leer porque es un escritor fantástico.
Un libro de un autor que vaya a visitar el país: en una semana empiezo La hora azul de Alonso Cueto.


Un libro prohibido: más claro: a mí no me prohíbe nada, nadie.

Cuéntenme cómo van con sus #RetoLibro2015 y si lo olvidaron, nunca es tarde para empezar a leer.

jueves, 28 de mayo de 2015

Bitácora de viaje: Florencia, los Medici y los Corredores Vasarianos

Eran las 14h48 cuando llegué a Florencia.  Yo llevaba varios días cargando una mochila, que adicional a la ropa, traía mi cámara y mi laptop, y lo que quería era llegar al hotel de inmediato.  Imprimí el mapa de google con el recorrido a pie: 18 minutos de duración, como 18 eran los días que llevaba caminando por Europa y que me habían ganado ampollas en lugares que ni siquiera tienen un nombre científico, así que tomé un taxi afuera de la estación de tren, correcto, no llegué en avión como lo querría Charly.  


Un accidente automovilístico en cualquiera de estas ciudades italianas era inminente, porque la gente maneja como en Guayaquil cuando está a 40°C: como completos maniáticos.  La taxista pasó de la amabilidad al insulto al prójimo en segundos, segundos en los que yo tuve que recoger mi mochila y todas las cosas que llevaba a la mano y que salieron volando en el impacto.  Los que no cayeron fueron los libros de intercambio que estaban en los bolsillos de la parte posterior de los asientos, porque se trataba de un taxi que promovía la campaña “Lascia un libro in taxi”.  Por raro que parezca, hubiese preferido que en lugar de libros promuevan una campaña trimestral de exámenes de manejo a conductores de taxis.

En resumen, la taxista me cobró la carrera sin despeinarse.

Piazza della Reppublica
Llegué al Plus Firenze, recomendadísimo si viajan con un presupuesto apretado, entré a mi habitación, tomé un baño, y sin perder más tiempo salí a caminar y a aprovechar que la entrada a la Galleria degli Uffizi era gratuita por ser el primer domingo del mes.  Antes de llegar, me perdí, pero fue una de esas pérdidas con felicidad, pues caí en una antigua biblioteca de los Medici en la que se monta una parodia sobre lo más relevante de los 300 años de esta dinastía.  Compré un boleto para la función. Tenía tres horas para regresar, así que corrí por el Duomo, por la Piazza della Repubblica, pasé corriendo delante del David, y alcancé a entrar a la galería  para ver la pelea de los smartphones de decenas de personas que querían tomarse una selfie con la Venus de Boticelli, a quien probablemente vieron por primera vez impresa en una taza.

Amo tanto Florencia que no me importó.

Anunciaron el cierre de la galería y cuando iba de salida recordé a @melyr (mi amiga Instagram) porque aterricé delante del enano de Bronzino, que en una genialidad lo pintó de frente y de espalda, y están exhibidas una detrás de otra, de manera que uno completa una circunferencia para admirar su obra.  Un genio.  También me acordé de Eco, porque el enano es parte de sus reflexiones en el libro "La historia de la fealdad".  


Salí del museo y seguí caminando por Florencia sin haber almorzado.  No había tiempo.  Solo había tiempo para volver a enamorarme de ella con todas mis fuerzas y desear que nunca más me dejara.  

Pero Florencia es una novia esquiva. 

El show de los Medici tiene una puesta en escena íntima, y a la vez llena de efectos audiovisuales que acompañan a los dos personajes a contar la historia apoyados en imágenes que un momento nos invaden a los espectadores.  Respeto por lo que estuvo primero, pero también por lo nuevo. Así es Europa.  De regreso al hotel encontré un mensaje de Luca (ex novio italiano número dos).  Le respondí.  Me llamó.  Estaba a treinta minutos de Florencia pero en el fondo los dos sabemos que no era una buena idea vernos.  Pasaron muchas cosas, así que nadie presionó al otro a movilizarse. 

- Puedo ir mañana a las 7 antes de ir a trabajar.
- No, no te preocupes. Saluda a mis amigos Beatrice y Andrea.

Al día siguiente me levanté temprano porque tenía una gran misión, llegar a Milán para ver a un grupo de italianos maravillosos cuya labor por promover la lectura en niños y jóvenes admiro sin límites.  Compré el ticket y para hacer tiempo, salí a dar más vueltas por Florencia, particularmente en busca de dos cosas: la primera, Dante.  Fui a su casa y luego fui a la iglesia en la que veía a Beatrice Portinari, la misma iglesia en la que Beatrice se casó con otro.  

Una más de mis peregrinaciones literarias que a muchos les parecerán sin sentido y que para mí atrapan todo el sentido del mundo en un electroshock que dura un par de segundos.  

La segunda, los Corredores Vasarianos.  Me deslumbran estos corredores que tenían preparados los Medici para huir en caso de guerra y que conectan por kilómetros todo el centro histórico de esta ciudad, siendo el más fácil de recordar, aquel corredor que une la Galleria degli Uffizi con el Ponte Vecchio. 



Corridoio Vasariano que une el Palazzo Vecchio con la Galleria degli Uffizi

Todos necesitamos de un pasillo secreto para huir en caso de emergencia. 

Ese día, como los Medici, yo también necesitaba uno. 


***

Regresando a la estación de trenes vi en una vitrina un delantal que decía Amor vincit omnia y pensé que no.  Que a veces hace falta más que eso.


Libro recomendado: El Nombre de la Rosa de Umberto Eco porque simplemente es un libro exquisito.

sábado, 16 de mayo de 2015

Bitácora de viaje: La dolce vita a Roma non c'e piú

Llegué a Roma en un vuelo low cost a lo mal, pero cuando piensas que nada puede ir peor llegas al hostal del terror, un hueco en donde se podría filmar otra secuela de Taken y quizás, en esta ocasión, Liam Neeson fallaría.  En ninguna entrega de este blog me he atrevido a recomendar nada, pero ahora siento que es necesario: señores, por favor revisen tripadvisor antes de tomar decisiones, porque si yo hubiese leído las reseñas a tiempo jamás hubiese llegado a ese lugar.

 Sábado 2 de mayo de 2015, Roma.
En fin, salí de hostal corriendo, olvidando la Ley de Murphy que me perseguiría por toda Roma: llegué en feriado, había tanta gente como, guardando las proporciones y distancias, Montañita en carnaval.  Segundo tip: pregunten, en español, en inglés, en esperanto; pregunten, porque los benditos mapas turísticos no ayudan en nada y los centros históricos de las ciudades italianas son verdaderos laberintos.  Por ejemplo, estoy segura de que en algún lugar de Venecia está el Minotauro. Lo juro. 

Fila interminable para ingresar.
Siempre he escuchado que para conocer hay que caminar, de esta manera llegué a los Foros y al Coliseo, pero las filas para ingresar eran tan largas como las de la entrada al infierno, o para los no creyentes, a un concierto de Daddy Yankee.  Lo mismo es.  Los vendedores de selfie sticks en esta ciudad ya no me consideraban persona grata: voy de viaje sola y yo puedo tomarme mis fotos, sola, o por último puedo pedirle a alguien que me las tome.  No gracias, no quiero sus palos para selfies.  Punto.  Grrrr.

Huí del Coliseo como la primera vez, aunque en esa ocasión lo hice porque el suelo me lo pidió: no entres a este lugar porque guarda mucha energía negativa, e hice caso.  Ahora huí porque no iba a perder dos horas haciendo una fila para entrar.  A la salida había una retahíla de personajes raros: un hombre levitando agarrado de un bastón, unos mongoles tocando su música tradicional, y un afroecuatoriano tocando una mini marimba con la camiseta de la selección.  Pero vamos, vamos, que yo llegué a Roma porque quería volver a ver la Fontana di Trevi, a la que vi por primera vez en el 2006 de la mano del hombre de mis sueños del 2006.

Lección de vida.  No hay que ser tan codiciosa.  


Mi fuente, un circo.
Llegué a la Fontana di Trevi pensando en Fellini, en Mastroiani, en Anita Ekberg, y me encontré con un adefesio en reparación, con una pantalla LED que explicaba lo que estaban haciendo, cercada por paredes de acrílico transparente de las que pendían carteles que decían que igual podía echar la moneda y pedir el deseo... a una fuente sin agua (???), y para entrar, ¡igual tenías que hacer fila!  El resto fue predecible.  La ciudad estaba plagada de turistas con selfie sticks y yo no podía recordar el lugar de los mojitos cerca de la Vía Condotti.  Me abandoné a la caminata y a molestar a cualquier ser humano para que me tomara una foto en todas las plazas que encontré.  Me mimeticé con el enemigo.

Regresé al hostal y conversé al menos una hora con mi compañero de cuarto rumano.  Llegaron los japoneses y conversé con ellos también, todo bien, pero igual dormí con jean y camiseta y abrazada a mi cartera.  Al día siguiente me levanté temprano y le pregunté al japonés si me prestaba su plancha de cabello.  El japonés dijo que sí. Nivel de amistad: 220V.  Al finalizar le dejé sobre su cama el aparato con una caja de chocolates ecuatorianos y me dirigí a pie hacia Roma Termini. Llegué quince minutos antes de abordar el tren que salía, oh sorpresa, de la estación Roma Tiburtina.  Ese fue mi gran regalo romano porque sucedió algo extraordinario: no había ni una sola persona esperando un taxi afuera de la estación de trenes más grande de Roma.  Llegué a la otra estación en 10 minutos.  La taxista rockeaba una gafas rojas como la luz que se pasó para que yo llegue a tiempo.  En esos 10 minutos nunca dejó de discutir por teléfono con su pareja.  Me subí al tren con destino a Florencia un minuto antes de que partiera.

Nota mental: necesito una vespa atigrada


Cuando se cerraron las puertas del vagón, se cerró del todo Roma.  Esa Roma que ya no es mi Roma y que recibió a esa Adelaida que tampoco es -gracias, Borges- la del 2006.

Pero al menos salió el sol.

Adelaida del 2006 con el chico del 2006 en la Fontana di Trevi del 2006


Libro recomendado: Ladrón de bicicletas de Luigi Bartolini o El talento de Mr. Ripley de Patricia Highsmith.  Los dos fueron adaptados al cine y ambos tienen que ver con Roma.

Bitácora de viaje: kaixo, San Sebastián

Prueba 1: foto desde la ventana
Uno tiene que darse un lujo de vez en cuando y mi cuando fue en San Sebastián.  De hecho no creo que hay manera de sobrevivir a esta ciudad con un presupuesto limitado. Donostia, San Sebastián en vasco, es de lujo.  Al llegar, te encuentras con la Bahía de la Contxa y ya no quieres irte más.  San Sebastián no es España, ni es Francia; San Sebastián es parte del país vasco, por ende, tiene una personalidad diferente, desenfadada, con una mezcla de tradición y un toque de hostilidad capitalina.  

Una de las primeras cosas que hice fue bajar a la playa porque desde allí se podía apreciar la fachada de mi hotel que, según yo, lucía como el Grand Hotel Budapest de Wes Anderson.  Mi habitación, sacando bien, bien la cabeza por la ventana, tenía vista al mar. 

Grand Hotel Budapest de San Sebastián
Esta entrada no va a tener mucho de historia, va a tener cero de literatura, pero va a servirles para saber que en San Sebastián puedes comprender por qué España es un gran país para vivir: porque el español comprende la necesidad del descanso, de alimentarse bien, de divertirse, de respirar para tomar aire y volver a comenzar, de ir a retirar personalmente al niño a la escuela y de ser rudo cuando amerita.  El español sabe que hay que tener tiempo para todo y para nada.  El español sabe que la lógica no cabe para encontrar la "felicidad".

Antiguo casino de San Sebastián cerrado por Franco... ajá, ajá.
Al fondo el acuario
En San Sebastián, que es la casa de Julio Medem, el director de Lucía y el sexo, se realiza un festival de cine que convoca a gente de la industria desde hace 63 ediciones, pero como no era época de festival decidí entrar en el famoso hotel María Cristina que es donde los medios realizan las entrevistas a los actores, directores y productores.  Me tomé una copita de champagne, no de cava, sentada en un sillón en el que me sentí por un hora Julia Roberts.  A algunos pasos de mi mesita, entrevistaban a un director técnico de un equipo de fútbol que ya no recuerdo cuál es, con producción fotográfica top y todo; y hacia el otro lado, un gringo tocaba una guitarrita y los de su mesa celebraban el desafine.  Repito: todo top, pero un momento, antes de pasar por el María Cristina, pasé por los famosos pintxos. 

A este episodio de mi vida lo recordaré como: coma alimenticio. 

Pintxos o tapas
Llegó el punto en que comencé a comer pintxos sin saber qué era lo que comía, no por bruta, pero porque las tapas estaban tan adornadas, que mal podía yo saber qué sabor escondían y después de cinco preguntas, me dediqué a abrir la boca sólo para comer.  Cada bocado producía un micro shock de felicidad y por momentos náuseas por los excesos.  Tuve dos momentos celestiales pero solo sé que uno de ellos fue una morcilla cubierta con pistachos y el otro no sé, y ya es muy tarde para preguntar, pero el recuerdo del crocante de unos hilos enredados sobre ese langostino me hace salivar.




Morcilla con pistacho y tostadas con flores lilas (???)

 I <3 San Sebastián
Cualquier restaurante al que entren va a tener de uno a infinitos premios culinarios.  Así es San Sebastián, comida y bebida; barrios con hermosísimas fachadas de la Belle Époque, con el río y el mar dándose la mano cordialmente, lo viejo y lo nuevo conviviendo en paz.  Ir a parar a San Sebastián, fue suerte, porque mi viaje suponía avanzar hasta Viena en tren, pasando por cuatro ciudades italianas, entonces comencé a subir poco a poco para poder lograr mi cometido.  Sin embargo, San Sebastián fue una sorpresa grata.  Una ciudad con mar, siempre será una sorpresa grata.

Tomé el tren hacia Barcelona desde una estación diseñada por Gustave Eiffel, con pena de no poder quedarme más.  El tren se descompuso, perdí mi reserva en Barcelona, así que la siguiente entrada será Roma.



Libro recomendado: Ávidas pretensiones del escritor donostiarra Fernando Arámburu.  Ahora lo veo todo más claro.

P.D. Kaixo significa hola en vasco. 
P.D. 2. Lo siento, no recuerdo cómo se llamaban los restaurantes a los que fui :S

viernes, 15 de mayo de 2015

Bitácora de viaje: Alcalá de Henares, Cervantes y la evasión

Tengo días escribiendo y reescribiendo la entrada sobre Madrid y hoy sé porqué no puedo con ella, porque a esta ciudad la redescubrí, y este deslumbramiento que conservo aún hoy, debe ir con agradecimientos que lleven nombre y apellido y merecen cerrar la bitácora, así que me salto la Villa para llegar a Alcalá de Henares, lugar de nacimiento de Miguel de Cervantes.
Foto: Efrén Guerrero

Mi cómplice Efrén y yo nos enrumbamos a esta ciudad en un tren desde Atocha.  Antes de salir entramos en una especie de cámara que recogía las palabras de cientos de personas que se sintieron conmovidos con los atentados del 11 de marzo del 2004, y que expresaron sus condolencias con mensajes breves.  El lugar es silencioso y muy azul; tiene un aire extraterrestre y la presión del aire es distinta para sostener la tela en la que están impresos los mensajes y que funciona parecido a un globo de aire caliente.  El lugar fue erigido en el mismo lugar en donde sucedió la explosión, así como se hizo en las otras estaciones.  A pesar del color, lo que se siente al entrar no es tristeza, al contrario, es esperanza, esperanza porque lo que pasó ese día no se olvidará, porque los españoles decidieron que esté presente en sus vidas, porque quienes escribieron una línea a los familiares de las víctimas lo sintieron hace 11 años y sus palabras siguen escritas hoy. 
Hay que creer en el poder de la memoria histórica y este lugar me llenó, si cabe la palabra, de fe.

Mensajes 11-M

Continuamos el día con otro incidente, pues tuvimos que desviarnos para llegar a Alcalá de Henares porque un señor mayor cayó en las vías del tren y no pudieron hacer nada.  Obviamente, estas cosas no se informan por altoparlante, pero las “googleas” y encuentras la notificación de la policía en algún medio.  Le pregunté a mi amigo si esto pasaba a menudo y me dijo que más de lo que él quisiera: es una muerte rápida.  Me contó también que una mujer hace un par de semanas había empujado a su pareja, así que ese pensamiento no me abandonó en todo el resto del viaje, y a todos mis amigos, en otras ciudades en las que estuve, les pregunté por los accidentes en los trenes y es cierto, ocurren mucho.

El interior del tren en un momento se convirtió en un episodio de "The walking dead".  Confundido, un señor mayor golpeaba la puerta del conductor para que detenga la marcha, una mujer embarazada le gritaba que se calme porque podía provocar que nos pase algo, la gente que no se enteró que el tren cambiaba su ruta habitual estaba enfurecida y tenían razón.  Los pasajeros se preguntaban y repreguntaban si el tren iba al lugar donde debían llegar.  Sin excepción, todos coincidían en un pensamiento: los atentados del 11-M.  “Mi hermana se quedó dormida y perdió ese tren”, nos contó una mujer, “estábamos desolados”.


Dario y Efrén
Luego de que los humos se calmaron, y de un par de horas, llegamos a Alcalá de Henares y nos encontramos con Dario, un gran personaje, ganador del libro leído del Quijote, además.  Yo llegué con muchísima ilusión porque la vida conocida cambia después de la lectura del Quijote.  Y eso fue lo que sostuvo mi visita, porque en Alcalá no hay nada más que ver.  Nada de nada.  La casa natal de Cervantes, la universidad en la que se presume se doctoró Lope de Vega, y si contamos los tapeos como parte del plan, pues eso, porque en dónde más, sino en el lugar natal de Cervantes, se puede ofrecer una tortilla deconstruida con jamón ibérico.  
(???)



















Ah, mención aparte las cigüeñas y sus nidos gigantes en los techos de todo edificio respetable.
Cigüeñas everywhere

Yo leí por primera vez el Quijote el año pasado. Había leído alguna aventura, pero no las dos partes completas.  Honestamente, la segunda parte es mi favorita.  Soy fan de Sancho Panza y después de su actuación como Gobernador de Barataria votaría por él para Presidente de Ecuador.  Leí el Quijote para una materia de la universidad y fui parte del último grupo en tener el privilegio de leerlo con la guía de la maestra Cecilia Ansaldo, apasionada del Quijote, y como parte de mi tutoría me asignó la investigación de Ginés de Pasamonte, un hombre que cambia de color tres veces entre las dos partes de la obra; un personaje que los estudiosos han concluido que existió y que bien podría ser el Avellaneda que osó escribir la segunda parte del Quijote antes que Cervantes. 

Con este preámbulo, entré en la casa natal en la que efectivamente no, no hay mucho que ver, más allá de saber cómo vivía un complutense en esa época, nada sobre el Quijote a excepción de unas ilustraciones contemporáneas de este personaje, pero algo de historia exclusivamente de Don Miguel, no; sin embargo, a la vida le gusta darme regalos, y en la última habitación de la casa se había montado una exhibición de títeres que recrean la obra de Melisendra y Don Gaiferos, en donde el titerero, Maese Pedro, es uno de los personajes en los que transmuta Ginés, mi personaje.

Foto: Efrén Guerrero
Con ese regalo y la foto entre Don Quijote y Sancho Panza, me di por bien servida en Alcalá de Henares.  Aunque tengo que añadir que uno de los mejores momentos fue ver un afiche sui generis de la visita de los astronautas Armstrong, Aldrin y Collins a Madrid, y entrar en una biblioteca que anteriormente había sido el lugar en donde se acogió al cautivo Miguel de Cervantes, luego de rescatarlo en Argel.


Ole Astronautas...
Mi cara al regreso no era de desilusión, pero de comprensión del porqué Cervantes escribió la obra más importante de la literatura universal habiendo vivido en un lugar así.  Si en Alcalá no pasa nada, Cervantes hizo que pasará a través de la evasión.  Así que gracias, Alcalá de Henares, por ser la casa del creador de la novela moderna y por hacer que la pasividad de estas calles funcionara a favor de la literatura y diría yo, de la humanidad.


Don Miguel


Libro recomendado: obviamente La aventuras del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, y no olvidemos que este año se celebran los 400 años de publicación de la segunda parte de este libro, mi favorita.

martes, 28 de abril de 2015

Bitácora de viaje: Montparnasse y los escritores

Regreso al reporte de la travesía.  Estoy en Madrid, pero esa entrada la voy a posponer para escribir sobre Julio Cortázar y mi visita a París.  No sé cuántas personas lo sepan, pero yo decidí dejar todo lo que había hecho en la vida para escribir inmediatamente después de la lectura de “Todos los fuegos el fuego”, ¿por qué? Porque nunca había leído algo así, algo que me hiciera fruncir el entrecejo mientras retrocedía un par de páginas para comprender lo que sucedía.  De esta manera fue como quise sentarme a escribir un libro de cuentos, pero también regresar a París para visitar a Julio Florencio. Estas líneas, entonces, son la dedicatoria extendida para el Maestro, por sus cuentos, por la fantasía, por la evasión y por el próximo reencuentro.

El día empezó con el robo de mi celular en la entrada del hotel, pero “solo es algo material” retumbaba en mi cabeza, así que no dejé que el incidente me arruinara la jornada, menos cuando la primera parada de mi recorrido fue la última residencia de Cortázar junto a Carol Dunlop, lugar en el que quise sacar el celular para tomar una foto y me di cuenta de que gone, donzo, murió, caput, desapareció forever, rip a casi un lustro de fidelidad celular.

Tomé las fotos con mi cámara y Mickael hacía lo propio con su celular. Por si no han leído la entrada anterior, Mickael ya sabe quién es Cortázar porque yo me encargué de contarle todo lo que pude en cada parada de la ruta, pero ahora estábamos en el edificio en el que murió.

- ¿Vamos a entrar?
- No.
- ¿Por qué?
- Porque no se puede, ahora es el departamento de alguien que no conocemos.
- Entonces por qué venimos a un lugar al que no podemos entrar.

Un poco así resumo a la literatura.  No todos pueden comprender por qué tenemos esta fijación con los libros y con estas historias que no existen.  Para nosotros, durante la hora en que estamos sumergidos en la lectura es lo único que hay en el mundo y ese día mi mundo se paralizó cuando leí:


Aquí vivió
JULIO CORTÁZAR
1914 – 1984
Escritor argentino
naturalizado francés
autor de “Rayuela”


Aquí vivió el escritor que cambió mi vida y confieso que no tenía intención de entrar, sin embargo al primer departamento, el que tuvo con Aurora, sí, porque hubiese visitado a un par de amigos, pero nada, el siguiente paso era visitar el lugar donde reposa hoy.  Así llegamos a Montparnasse, luego de comer un 'croque monsieur' en la banca de un parque en la que descansaba un libro de Julio Verne que dejé ahí no por honradez pero porque estaba en francés y porque no tenía escrito en ningún lado que era un libro libre.  

En el cementerio están preparados para recibir centenares de curiosos; con el mapa en la mano hicimos la primera parada en la tumba de Cortázar y Dunlop: cigarrillos, billetes de metro, audífonos, flores secas y muchas notas escritas en varios idiomas sobre el mármol.  Le dejé una carta que escondí en una zanja entre su tumba y la de Carol, y en lugar de ponerme sentimental, me puse a pensar que hubiese sido una gran idea llevar una escobilla y un trapo para limpiar su tumba.




Sobre Susan Sontag yacía una sola rosa lila. La de Baudelaire estaba llena de besos, poemas y flores artificiales.  Seguimos con Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre, llena de besos, corazones dibujados sobre la piedra, tickets de metro y unas cuantas flores: “Ella también era feminista, como Sontag”.  Sólo al llegar a la tumba de Marguerite Duras ("¿Viste Hiroshima, mon amour? Ella la escribió el guión."): unas gafas, decenas de bolígrafos, flores y stickers de corazones; me doy cuenta de que los escritores no reciben a los mismos visitantes y comienzo a prestar atención.  En la tumba de Maupassant hay dulces, un caracol, un cuchillo y un anillo; en la de Vallejo un pomposo arreglo floral del Instituto Cervantes con los colores de la bandera de Perú.











¿Cuál es la causa de esta peregrinación mortecina? ¿Morbo o tributo? ¿Vamos a visitar a nuestros familiares también? Yo no, porque el cementerio me pone a cuestionarme cosas que no quiero, y me acuerdo de los que ya no están conmigo y de que yo, más temprano que tarde, voy a ser el recuerdo de alguien. Ojalá.  Casi al final del recorrido encontramos a la señora que nos ayudó a encontrar a Maupassant.  Su familia está enterrada en Montparnasse desde antes de la revolución francesa y se conoce todo el cementerio; nos contó hasta dónde llegaba, nos señaló el molino en el que mujeres de la “mala vida” bailaban, y nos conversó sobre algunos de sus muertos preferidos.  Ella no estaba allí para hacer turismo necrológico pero tampoco le molestaba su existencia.  Para el registro, he estado en París dos veces y tengo que decir que los franceses que he conocido son gente muy agradable.

- ¿Te parece si ahora vamos a un lugar más alegre?
- Me parece.
- Gracias, qué gentil eres.
- Como siempre –digo mientras me río.
- No, como siempre no –ríe Mickael más alto aún.

Nos tomamos un cocktail y nos enrumbamos hacia la Torre Eiffel porque nunca la había visto iluminada.  Escribo desde Madrid como una turista china con el síndrome de París.



Lectura recomendada: Contra la interpretación, ensayo de Susan Sontag.

lunes, 20 de abril de 2015

Bitácora de viaje: París, el mercado de pulgas y la venta de las lámparas

Voy lenta con la bitácora porque: a) a veces no me es posible conectarme, b) escribir desde el celular es molesto, c) estoy de vacaciones y la idea es salir a pasear, d) todas las anteriores.  Escribí en un papel la bitácora del vuelo perdido de Lisboa a Madrid pero esta historia con la que comienza mi viaje a París está bastante mejor.  Debo, eso sí, la entrada sobre Fernando Pessoa y el romance que Lisboa tiene con él y el que este tenía con Lisboa.

Mi llegada a París comienza con el intento de robo de mi equipaje en el Gard du Nord, pero esa historia ya pasó, no perdí nada y al final me sentí como la Mujer Maravilla cuando vence al mal, sin el traje, claro, porque París está helado.  El sábado por la noche luego de la mala experiencia decidí quedarme en el hotel y pensar qué hacer el domingo: decicí visitar mercados e ir a ver a los “bouquinistes” de Paris, es decir, los vendedores de libros viejos que se asientan cerca de las orillas del Sena.

“El Marché aux puces es el que está más cerca”, me dijo la chica de la recepción del hotel.  "Cuando salgas de la estación Porte de Clignancourt avanza con la gente".  Así encontré el mercado de pulgas, no solamente francesas, porque las tiendas tienen antigüedades de Oriente y Occidente.  Ingresé por la puerta que estaba en la Rue Jean-Michel Fabre y avancé por la ruta de las antigüedades que tienen letreros que advierten no tomar fotos con la cámara, ni con el celular, pero en la tienda de Mickael, hijo de un español y una francesa, no, es más, me invitó a pasar y a tomar fotos, luego conversamos y quedamos en cenar.

Comencé a caminar y de repente sentí que estaba caminando entre los recuerdos de otras personas, en un gran museo de la inocencia, y tal como lo hiciera el Nobel turco, Orhan Pamuk, cuando escribió este libro, comencé a comprar cosas que reconstruyeran a una persona salida de la ficción, así que ahora soy amiga imaginaria de Marie, una mujer que vivió dos guerras mundiales y cuyas fotos, postales, libros y billetes alemanes, ahora tengo yo.




A las cinco de la tarde regresé a ver cómo iba Mickael con su día.  Llegué un minuto antes de que entraran un par de compradores chinos con su traductora y me encontré en la mitad de una negociación en cuatro idiomas:  1,500€ / no, 1,200 / imposible, dile que 1,400 y que es bronce y que los cristales son originales y que son piezas de fines del siglo XIX en excelente estado / 1,300 / (yo por mi cuenta respondí: no) / está bien 1,400, pero envuelva todos los cristales. Regresamos en una hora, estamos de apuro para llegar al aeropuerto.

Acto seguido, este hombre sirvió dos tazas de té, puso música, cruzó la pierna y se sentó a conversar y yo lo único que quería era que desprendiera esas lámparas de una buena vez para empezar a embalar porque en el impulso de la negociación acepté envolver uno por uno los cristales, así que debía quedarme a ayudar.  Los chinos llegaron antes de la hora y nosotros, que habíamos atendido dos clientes más, por supuesto que no habíamos terminado de empacar las lámparas.  Nervios.  Ataque de risa. Foto de la trabajadora del mes.  Chino arrodillado embalando su propia lámpara.




Entregamos los “objects anciens” a los clientes, cerramos la tienda y nos sentamos a tomar vino de Provence y a conversar.  Resulta que Mickael tiene mi edad, bueno tres semanas menos que yo "tú eres más vieja", una hermana que tiene la misma diferencia de edad que tenemos mi hermano y yo, papás casados hasta ahora, familia longeva, cambio total de su estilo de vida a partir de darle un giro a su negocio, ambos hablamos italiano, vemos películas con subtítulos, nuestra última relación formal terminó por el mismo motivo.  Seguiría pero resumo: en la mitad de la charla sentí que Mickael y yo compartíamos muchos de los objetos de nuestro museo de la inocencia.

Tomamos el coche y fuimos a parar al Sacré Couer: bullicioso, sucio, aún así hermoso.  Buscando parqueo encontramos el mercado de Monsieur Collignon, el villano de Amelié, por supuesto que me tomé foto.  Luego cenamos, subimos el funicular de Montmartre, vimos la torre Eiffel encendida y nos sentamos a tomar té en la plaza en donde los pintores casi a la medianoche seguían trabajando.  




Adelaida: Pidámosle al señor que nos tome una foto.
Mickael: Muy bien,
Adelaida: Pero déjame arreglarme el cabello.
Mickael: ¿A ver?, -sujeta mi cabello hacia atrás -está mejor así.
Adelaida: Ay, no importa. Así como está, está bien.
Mickael: No, no, a mi sí me importa porque es mi foto.




Ajá, a Mickael le importa todo.  Quiere vivir 110 años porque todavía hay muchas cosas que quiere hacer y que quiere ver; a su departamento le hace falta un cuadro, a su balcón le hacen falta flores y a él le hace falta ser papá y una mujer que quiera vivir 110 años porque tiene muchas cosas para contarle. El martes o miércoles iremos a hacer la ruta de Cortázar aunque nunca haya escuchado de él.


En la última parada le regalaré Marelle.

Libro recomendado: Pequeños poemas en prosa (el spleen de Paris) de Baudelaire.