jueves, 10 de diciembre de 2009

El gato que contesta el télefono #1

Para José de Sousa
El gato que contesta el teléfono está leyendo "Todos los nombres" de Saramago, pero el libro está al revés.  Y yo, yo estoy irremediablemente feliz.  Si él es feliz leyendo el libro de esa manera, quién soy yo para decirle lo contrario.

martes, 10 de noviembre de 2009

Historia sin fin


Quiero comenzar confesando que esta historia no tiene fin. Los protagonistas, dos corazones apartados por un océano, el atlántico, pero cercanos, gracias a la magia. El primer corazón, le pertenece a un hombre sin nombre. Él, vive por sus sueños, ideales, su familia, las sonrisas, su barca, el atardecer que vio de pequeño junto a su abuelo y el amor. Le gusta cantar, entretener, el tiempo en el que vive, los frutos de sus esfuerzos, los niños, las canciones de cuna y el mar. Yo describiría a su dueño, con cuatro palabras: aventurero, romántico, príncipe y dragón. El otro corazón, es el de una mujer, sin nombre. Vive por sus sueños, ideales, su familia, las sonrisas, su arte, la noche en que abrazó a su príncipe en la barca y el amor. Le gusta escribir, los idiomas, la cocina, las demostraciones de afecto de sus mascotas, el calor de su edredón y el fuego. Su dueña, aunque no suene creíble, también es aventurera, romántica, princesa y dragón.

La historia por así llamarla, se desarrolla en un espacio paralelo, que no conoce límites ni entiende de distancias. Esta allí para unir, aunque en muchos más casos, separa. Los dos caminaban de frente, mirando ocasionalmente de reojo hacia atrás, sin olvidar la importancia de aquello que les esperaba si seguían su camino. Buscaban lo mismo. La magia, actuó. Sus corazones fracturados, encajaban. Y por primera vez, pudieron respirar. Una noche, ella estuvo para darle paz y escuchar. Una madrugada, él estuvo para devolverle la fé y para enseñarle a confiar. No piensan, están seguros de que es sólo un océano que los separa. Difícil sería, si fueran todos. En este mundo en el que viven, todo es posible y ellos parecen creer. Que así sea.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Eso que me hace falta (segundo intento de autorretrato)

Describirme físicamente me causa temor.  Puedo asegurar que mi reflejo en el espejo no soy yo.  La mujer del espejo nació con abundante cabello negro azabache como el de su padre, una nariz más grande que la que luce ahora y labios más finos.  Ha logrado exitosamente continuar pareciéndose a su familia aunque ha invertido mucho dinero en lucir distinta.


Por sus venas corre sangre blanca y negra, es irónico que sus amigos la llamen “China”.  Piensa que su cabello rubio fue su mejor época, pero aunque el castaño no le guste, su condición de mujer soltera no le da otra opción que reinventarse, hasta que él la encuentre.  La madurez le hizo respetar las primeras impresiones y cree que las segundas son intentos desesperados -casi siempre exagerados y disfrazados- y normalmente suceden demasiado tarde.


Si no la conoces parece que le es fácil adaptarse y hacer amigos: nada más alejado de la realidad.  Cuando se precipitó y les dio la bienvenida también los vio partir.  Con los años construyó una gran muralla para evitar recibir golpes porque no sabe aceptarlos sin que le dejen cicatrices.  A veces asusta su capacidad para seguir caminando en la tormenta sin mirar atrás.  Lo que se aprende con los años.


Pintó con un pincel de pelo de marta un cuaderno con miles de experiencias llenas de colores, lentamente pero a su gusto.  En su espalda carga un saco de vivencias que tiene espacio para introducir más.  Está orgullosa de un baúl colmado de recuerdos que eventualmente abre para conmemorar lo vivido y valorar lo que tiene.  El cuaderno, el saco y el baúl la ayudan a seguir caminando hacia adelante. La mujer del espejo está sonriendo, es así como me gusta verla.


Apasionada, amante de los animales, aventurera, creativa, soñadora, bastante torpe.  Un espíritu libre que no se cansa de bailar la danza de los que viven la vida.  La mujer del espejo plantó un árbol, está escribiendo el libro, solo le falta el hijo.  Cuando lo consiga todo se sentirá plena, y aunque sabe que hasta el príncipe azul destiñe al primer lavado, lo espera.  Sin prisa, lo espera.

martes, 6 de octubre de 2009

Autorretrato

Soy un signo de interrogación entre dos paréntesis.  La vida me pasa y sigo sin aprender.  Mi cuerpo crece pero yo no.  Una constante resistencia a lo seguro me impide estabilizarme.  Soy un riesgo y no tengo solución.  Me gusta ser yo, pero en los pocos minutos de lucidez me gustaría ser .  No sufro de ningún desorden mental conocido, el mío es propio, solo mío.  Hace años decidí que viviría sin estrés y lo he cumplido.  Mi cuerpo frágil alberga un gigantesco dragón.  Me gusta imaginar que existe la persona que me enseñará el significado de las palabras compromiso y confianza.  Creo que existe y creo que está cerca.  Disfruto cada segundo de soledad como si estuviera asistiendo a una fiesta.  Mi vida es una celebración a la vida y planeo vivir de esta manera hasta que escriba FIN.

lunes, 5 de octubre de 2009

Papel Quemado


Doblado en un rincón poco iluminado, cabizbajo y casi derrotado, se lamentaba Patricio, un papel de oficina albino que consideraba tener una desventaja que no podía estar más alejada de la realidad: era demasiado blanco.  Aún cuando siempre estuvo rodeado de papeles de su mismo color, su realidad le decía lo contrario, simplemente era más blanco que ellos.  El ser carente de suficiente melanina lo había convertido en un simple papel ignorado e inadvertido.  Cómo ser más llamativo e interesante para Elena, aquella bellísima cartulina rosa, suave, mate y perfumada.  Patricio decidió actuar e ideó un plan a la ligera, que llevaría a cabo sin mayor investigación.  Cercano a él se encontraba un encendedor de color rojo brillante con detalles tribales de color negro llamado Mike, su actitud era desafiante y rebelde, el cómplice perfecto.  Esperaron a que caiga la noche y tras discutirlo brevemente, Mike comenzó a graduar su llama lo más alto posible y de abajo hacia arriba lo proveyó de un color sepia.  Patricio había logrado su objetivo, faltaba poco para poder celebrar pero una distracción del encendedor acabaría con el futuro que el papel había imaginado.  La llama era tan alta que nadie pudo detenerla.  Elena desde el armario pudo ver como se consumía.  Nunca supo su nombre.