jueves, 28 de mayo de 2015

Bitácora de viaje: Florencia, los Medici y los Corredores Vasarianos

Eran las 14h48 cuando llegué a Florencia.  Yo llevaba varios días cargando una mochila, que adicional a la ropa, traía mi cámara y mi laptop, y lo que quería era llegar al hotel de inmediato.  Imprimí el mapa de google con el recorrido a pie: 18 minutos de duración, como 18 eran los días que llevaba caminando por Europa y que me habían ganado ampollas en lugares que ni siquiera tienen un nombre científico, así que tomé un taxi afuera de la estación de tren, correcto, no llegué en avión como lo querría Charly.  


Un accidente automovilístico en cualquiera de estas ciudades italianas era inminente, porque la gente maneja como en Guayaquil cuando está a 40°C: como completos maniáticos.  La taxista pasó de la amabilidad al insulto al prójimo en segundos, segundos en los que yo tuve que recoger mi mochila y todas las cosas que llevaba a la mano y que salieron volando en el impacto.  Los que no cayeron fueron los libros de intercambio que estaban en los bolsillos de la parte posterior de los asientos, porque se trataba de un taxi que promovía la campaña “Lascia un libro in taxi”.  Por raro que parezca, hubiese preferido que en lugar de libros promuevan una campaña trimestral de exámenes de manejo a conductores de taxis.

En resumen, la taxista me cobró la carrera sin despeinarse.

Piazza della Reppublica
Llegué al Plus Firenze, recomendadísimo si viajan con un presupuesto apretado, entré a mi habitación, tomé un baño, y sin perder más tiempo salí a caminar y a aprovechar que la entrada a la Galleria degli Uffizi era gratuita por ser el primer domingo del mes.  Antes de llegar, me perdí, pero fue una de esas pérdidas con felicidad, pues caí en una antigua biblioteca de los Medici en la que se monta una parodia sobre lo más relevante de los 300 años de esta dinastía.  Compré un boleto para la función. Tenía tres horas para regresar, así que corrí por el Duomo, por la Piazza della Repubblica, pasé corriendo delante del David, y alcancé a entrar a la galería  para ver la pelea de los smartphones de decenas de personas que querían tomarse una selfie con la Venus de Boticelli, a quien probablemente vieron por primera vez impresa en una taza.

Amo tanto Florencia que no me importó.

Anunciaron el cierre de la galería y cuando iba de salida recordé a @melyr (mi amiga Instagram) porque aterricé delante del enano de Bronzino, que en una genialidad lo pintó de frente y de espalda, y están exhibidas una detrás de otra, de manera que uno completa una circunferencia para admirar su obra.  Un genio.  También me acordé de Eco, porque el enano es parte de sus reflexiones en el libro "La historia de la fealdad".  


Salí del museo y seguí caminando por Florencia sin haber almorzado.  No había tiempo.  Solo había tiempo para volver a enamorarme de ella con todas mis fuerzas y desear que nunca más me dejara.  

Pero Florencia es una novia esquiva. 

El show de los Medici tiene una puesta en escena íntima, y a la vez llena de efectos audiovisuales que acompañan a los dos personajes a contar la historia apoyados en imágenes que un momento nos invaden a los espectadores.  Respeto por lo que estuvo primero, pero también por lo nuevo. Así es Europa.  De regreso al hotel encontré un mensaje de Luca (ex novio italiano número dos).  Le respondí.  Me llamó.  Estaba a treinta minutos de Florencia pero en el fondo los dos sabemos que no era una buena idea vernos.  Pasaron muchas cosas, así que nadie presionó al otro a movilizarse. 

- Puedo ir mañana a las 7 antes de ir a trabajar.
- No, no te preocupes. Saluda a mis amigos Beatrice y Andrea.

Al día siguiente me levanté temprano porque tenía una gran misión, llegar a Milán para ver a un grupo de italianos maravillosos cuya labor por promover la lectura en niños y jóvenes admiro sin límites.  Compré el ticket y para hacer tiempo, salí a dar más vueltas por Florencia, particularmente en busca de dos cosas: la primera, Dante.  Fui a su casa y luego fui a la iglesia en la que veía a Beatrice Portinari, la misma iglesia en la que Beatrice se casó con otro.  

Una más de mis peregrinaciones literarias que a muchos les parecerán sin sentido y que para mí atrapan todo el sentido del mundo en un electroshock que dura un par de segundos.  

La segunda, los Corredores Vasarianos.  Me deslumbran estos corredores que tenían preparados los Medici para huir en caso de guerra y que conectan por kilómetros todo el centro histórico de esta ciudad, siendo el más fácil de recordar, aquel corredor que une la Galleria degli Uffizi con el Ponte Vecchio. 



Corridoio Vasariano que une el Palazzo Vecchio con la Galleria degli Uffizi

Todos necesitamos de un pasillo secreto para huir en caso de emergencia. 

Ese día, como los Medici, yo también necesitaba uno. 


***

Regresando a la estación de trenes vi en una vitrina un delantal que decía Amor vincit omnia y pensé que no.  Que a veces hace falta más que eso.


Libro recomendado: El Nombre de la Rosa de Umberto Eco porque simplemente es un libro exquisito.

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