miércoles, 15 de abril de 2015

Bitácora de viaje: Lisboa

Tener miedo a que te nieguen una visa debe de ser uno de los temores más ridículos que pueda imaginar, sin embargo los ecuatorianos, no todos, soy enemiga de las generalizaciones, llegamos a las embajadas y consulados a veces hasta con los dedos de los pies cruzados para poder aspirar a salir del país como turistas.  Yo siempre me presento intranquila porque aparte de que el dinero en mi cuenta no abunda, soy profesional independiente, y justificar que vives de hacer cultura es como intentar justificar la existencia de Dios a un ateo. 

Así que me dieron la visa sin saber ni qué iba a hacer con ella, y pedí un mes por el simple hecho de que subirme en un avión por treinta minutos es un suplicio, imaginen cruzar el océano. En un mes, no se me olvida el trauma de haber llegado, pero al menos lo he cubierto con amigos, comida y paisaje.  En el avión, mi compañero de viaje fue un curita jovencito que acompañaba a un grupo de feligreses a Medjugorje, Lourdes, Vaticano y no sé, eso, ciudades de su interés. El cura me hizo perder en el Sudoku, pero cómo decirle a un hombre santo que no se meta en mi juego, así como yo no le interrumpía el rezo de las oraciones que leía desde su iPad mini. 

Aterricé en Madrid, molida por el insomnio y vencida por el terror a volar, ese que se siente físicamente en los músculos contraídos en cuello y hombros, esperé seis horas y me subí a otro avión para llegar a Lisboa. Como dato viajero: el portugués de Brasil no es el portugués de Portugal, como el italiano del sur no es el del norte. En Portugal me declaré hispanohablante por la primera noche, cero esfuerzo de mi parte, cero como turista. Pero el ciudadano portugués sabe hablar al menos un idioma que puede ser inglés, francés, italiano o alemán. Un habitante de Lisboa que no ha terminado la educación básica sabe que hablar más de un idioma le da ventaja, así que lo aprende. Sin embargo, esta gente esa cálida y al final es inevitable terminar la noche sin decir: muito obrigada. 

Quisiera describir Lisboa pero me quedaría corta, porque esta ciudad fue fundada hace 3000 años y aunque se le ven las arrugas, qué bien le sientan.  Tierra de marineros que entrenaron a Colón, fusión de culturas y religiones, de dictadores que inspiraron a J.K.Rowling para crear a sus villanos, de próceres poetas, de amores contrariados, de reyes que hicieron de Portugal una potencia mundial y de reyes que lo perdieron todo, de fado, de Alfama y Belém.  Así camino Lisboa y ahora leo su literatura con otros ojos, si fuera posible, prestando los ojos de uno de los alter egos del poeta Fernando Pessoa, sintiendo saudade por esta ciudad que no he dejado aún. 

Lectura recomendada: El libro del desasosiego de Fernando Pessoa.



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